16.8.04

Caminata musical

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Una tarde caminé por esa ciudad en la que estuve de vacaciones. Sin saber porqué, ni a dónde iba, peregriné sin retorno y sin rumbo. Pero con música pegada a mis oídos como una medicina infalible a la soledad que me persiguió durante toda mi caminata. Todavía recuerdo cada una de las canciones que asomaban por los auriculares de mi walkman. Las primeras cuadras estuvieron musicalizadas por Rhett Miller en su increíble versión de Things that disappear. Aún vibra en mi retina auditiva esa voz cruda y temblorosa de Rhett, que se desvanece fundiéndose con una guitarra acústica solitaria y fiel, casi compañera. Luego ese intermedio que sorprende, después de la tercera o cuarta estrofa, con una armónica que sucede cuando tiene que suceder. Así la angustiosa voz va construyendo laboriosamente la canción triste, porque si hay alguna canción que merece ser calificada como triste, es Things that disappear de Rhett Miller.
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A esta altura, el crepúsculo es inevitable, como la nostalgia. Es entonces cuando en mis oídos entra alegremente John Prine y su tema Lets talk dirty in hawaiian. Un folk que ineluctablemente nos introduce en un bar del lejano o cercano Oeste, a pesar de seguir hundiendo mis pasos en la misma calle de los árboles grandes, la sensación de estar ahí es inevitable. El humor de una letra risueña y vacua, y posiblemente sureña, y su sola guitarra acompañando la voz ronca y vaquera de Jhon.
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Ahora mis lágrimas son costras salinas de un mar que alguna vez existió sobre el territorio de mi rostro. Son huellas remotas de un océano sentimental y pesaroso que una vez ocupó un lugar en la cartografía de mi vida y que ahora tiende a desaparecer.
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Fragmento - de Ernesto Simó
escritor y poeta de San Juan - Argentina

E-mail: ernestosimon@argentina.com
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