11.8.04

Coincidencia / Penmican

Extraña y siniestra coincidencia: la esquina, esa nube escondiendo a la luna, la soledad y el silencio.
Mario hubiera preferido el asombro del encuentro, la sorpresa de la casualidad cómplice, los ojos encontrándose con los ojos. Hubiera necesitado concretar el sueño repetido de besar uno a uno esos dedos perfectos para que el deseo le duela hasta el suplicio. Y después recorrer el femenino cuello extendido henchidas las venas de excitación, el ruego de la boca entreabierta en quejidos ofreciendo la lengua urgente.
Pero pudieron más los viejos rencores. De él fue la bronca, de ella el sarcasmo. Él pudo ensayar el ruego: recibió a cambio la saliva escupida con cínico desprecio. Se sucedieron el puño y la cara, el cuchillo y su pecho.
Cuando caían las rojas gotas pensó que, sin embargo, él la amaba.

de Evangelina Ambao
E-mail: eambao@yahoo.com.ar

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