13.8.04

Líquido de frenos

-Te vendo mi amor.
El conductor del autobús sonrió por sexta vez ante la proposición alegre de la muchacha y desvió la vista al retrovisor, pisó el acelerador a fondo y se incorporó al tráfico.
-Te vendo mi amor.
Enojado, el conductor, de una vez por todas y con toda la fuerza de su alma, frenó bruscamente. Los pasajeros, como una ola mareada, desordenaron el interior del insecto metálico.
-Te lo vendo por un billete.
Los pasajeros insultaron a los cuatro vientos la impericia de la maniobra y al conductor no le quedó más remedio que aceptar entre dientes, moviendo la cabeza y maldiciendo quien sabe qué.
-Es por lo de antes, sabes, por lo de ese viejito en el paso de cebra. Agradezco la ayuda, el trabajo se multiplica cuando llega el verano -le dijo ella.
El autobús volvió a ponerse en marcha y un clamor de alivio rubricó la venta. “Gracias”, sentenció ella con solemnidad. El conductor asintió y, después de sumar porcentajes, puntuó con un siete y medio a esa extraña vestida de negro hasta la médula.
"¡Cuidado con la guadaña!", berreó una vieja cuando ella decidió sentarse en un asiento libre, tras el conductor, controlando fascinada su pulso en el volante.

de Iván Humanes Bespín
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