12.9.04

Cuando se olvida

Como un liquen hambriento el totem del olvido exhibe sus colmillos.
Es quien lleva el indulto, amuleto que impele -del vacio fogón en mi costado-
la rajadura inmóvil que fuera lugar del corazón antaño.
O cuenco de una lengua donde la bestia es cueva y la omnívora doliente que está en mí busca hogar.
No volveré a morir como un ahogado en la faena repetida de un destino de barco
aferrada a timbales de oquedad en altamar... ni estaré si el rebaño, banquete vivo y humeante,
se pudre en las entrañas de comensales muertos.
Extiendo el instrumento vertebral de mis espaldas, se abre paso en mi esqueleto de pólvora una pelvis,
y me aturdo en el silencio donde agito la cábala, zumo de olvido y mantra, rayuela que
arrebuja de texto nuestra mueca.
Beso en el aire la boca de ese fantasma y, como un liquen hambriento,
mi olvido es el que muerde -lobo alfa de ciegos que a tientas ven materia-,
y el que sólo conoce de mí lo que se olvida.
Añoro de la sombra palpitante en el vidrio lo que golpea el yunque, el látigo, el ladrido, la pausa circular,
la condena que hubiera entre bautismos y óleos, ya no desde los labios la simetría, el arma,
sangría de colmenas... sobre el azote, heridas... lo mucho más ajeno que el humus de la guerras:
la guerra del eterno martillar cuando se olvida.

de Silvia Urtubey, Dina Huapi, Río Negro, Arg.
E-mail: hittersleo@bariloche.com.ar
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