21.6.05

El Cóndor

El encaje era tan delicado que era imposible tocarlo sin que se rompiera.
¿Cómo pasarlo entonces de la tienda a la casa?
Pensó en varias cosas antes de actuar.
Primero se le ocurrió que podía desmontar el estante y llevarlo con todo, pero decidió que era lo mismo, porque finalmente debería sacarlo con las manos.
Podía pedirle a un niño. Las manos de los chicos son más delicadas.
Ellos pueden tocar cosas que nosotros ya no.
Llamó a la vecina, le pidió que mandara al nene y cuando éste llegó le explicó: “ese encaje, ¿ves?, tengo que llevarlo hasta casa y dejarlo sobre la mesa, sin que se rompa. ¿Podés sacarlo con cuidado?”
El chico se negó.
Desesperada, pensó en un último recurso: tomarlo en un sólo lugar, el centro, y así, con el puño, trasladarlo.
Lo hizo, y con alegría vió que era posible.
Al llegar a su casa, lo colocó sobre la mesa y decidió hacerse su mejor vestido. Trajo una tijera, y en el momento preciso que comenzó a cortar, un agudo grito humano precedió a una explosión y de la mesa comenzaron a elevarse humo, hilo, ojos y estrellas.
La tijera se transformó en un cóndor y con las garras la tomó fuerte de su ropa y salió volando por la ventana.
Nadie supo de ella nunca más.

de Zulema Zylberman, argentina radicada en Israel
Poeta y narradora de larga data, ha participado de distintas actividades en la Argentina.
zylco@netvision.net.il
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