Admiro a esos grandes explicadores
cuando una mezcla orgánica de ingenuidad e hipocresía
les fermenta en la boca, en el centro vital
de sus palabras.
Detrás de una invisible baba, sus rostros
atraen por igual a quien les cree y a quien los odia,
y mientras se transforma el sol de las ciudades,
ellos mastican generosamente un bollo
de autogestión ilimitada.
Supuestos su rareza admonitoria y su karma otoñal,
helos ahí, coquetos, sugerentes,
ansiosos por trepar a otro escenario.
de José Emilio Tallarico, Buenos Aires, Argentina
Poema que forma parte del capítulo "El arreo y la fuga" de su libro "Andariveles".
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