31.7.04

Las primeras palabras

Se diría que, muchas veces, las primeras palabras de un libro determinan su eternidad y la de su autor.
A quién no se le han grabado a fuego, por ejemplo, éstas:
“En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...”
“Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.”
“Alguien debe de haber calumniado a Joseph K., porque sin haber hecho nada malo fue arrestado una buena mañana.”
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”
“Alicia comenzaba a sentirse muy cansada de estar sentada junto a su hermana en la orilla sin nada que hacer”

Será cuestión, entonces, a la hora de escribir, de poner nuestra mayor atención en el ensayo de un sinnúmero de frases, para hallar ese gancho que sea capaz de capturar la atención de los, cada vez más dispersos, leedores.
Piensen sinó en estos versos memorables: “Aquí me pongo a cantar / al compás de la vigüela...”

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