poblando de luciérnagas
una larga calle de mi infancia.
Me hablabas, creo,
del cordón desatado de tu zapato izquierdo
y de la risa que llueve
sobre los viejos tomos de Proust.
No había de por medio
fronteras ni exilio:
sólo tus palabras,
mi deseo
y el séquito de mariposas blancas
que se estrellaba contra el tiempo.
de Marina Pacheco Ruiz, Monteros-Tucumán / Puerto Deseado-Santa Cruz, Argentina
De su libro homónimo.
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