A Dios le di un suspiro
y Él me regaló un cielo
Tachonado de luceros.
A Dios le pedí una estrella
Y en su bondad infinita
Me premió con una nieta.
Le rogué a Dios que fuera
Rubia, blanca, linda y bella.
Y Él bondadoso me mandó,
Una hermosa trigueña.
Un nombre le pedí para ella
Mi Dios con su infinito amor
Le puso nombre de una reina.
Con un nombre no es bastante;
Supliqué con temor pidiendo,
Que sus nombres fuesen dos.
Si dos quieres, dos tendrá
-Me contestó mi Señor-.
El primero Ana será
El segundo como anhelas
Victoria se llamará.
En mis agradecidas oraciones
Al Señor le dije; así será
Y hoy y siempre en tus manos
Ana Victoria siempre estará.
de Ricardo Ducoing
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