10.12.04

Cuando el frío llegue

Esa noche todo era calma.
La soledad paseaba sus velos de agua
Agua pura, como fruta en su árbol
desgarrada como mil uñas de espanto.
En el acantilado de los ojos despeñada, una lágrima
asomaba en la aurora. Increíblemente,
el mundo no se detuvo como pensamos
ni el ron que tomamos dejó de quemarnos las entrañas
aunque entrada la madrugada, éramos experientes de su fortaleza.

El sol descubrió nuestra pertenencia.
Y allí fuimos,
hacia ninguna parte.

de Gracee Marty, Uruguay
cio_ciosan8@yahoo.com.mx
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