En un yermo de Marruecos
ascendía la espiral
rojiza de la arena. Allí los huecos
cuerpos, en su cumbre feral
se deshacían. Entre tanto fuimos
reyes y súbditos de nuestra
conmiseración: fatigados de plata vimos
en la noche maestra
nuevos cuerpos ascender y no espirales / era
la breve juventud lo que exigieron
para dejarnos salir de aquel baldío.
Con ella de rehén, otros remolinos encendieron
en Chipre o en Jordania / en el frío
ilusorio de La Habana su extraña primavera.
de Sigfrido Ariel, Santa Clara, Cuba
De su libro "Los peces y la vida tropical".
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