3.7.10

Para entrar descalza

En el país de las maravillas un círculo abierto deja ver irremediables, escondidas bellezas, algo de las delicias. Hay que sacarse los zapatos para entrar, abrirse a los sonidos y al silencio, a los roces, los gustos, los espejos.
Hay que encontrar los ojos que hacen crecer como si fuera un golpe de viento, el lugar del cuerpo del otro que se completa con nuestra mirada.
Hay que tomar plumas y rugosidades y conseguir que el otro cambie sólo con un pequeño roce, como lo hacen las especias con la comida.
Hay que frecuentar, mezclar, enervar los olores hasta que estallen.
Hay que dividir la piel en pequeñísimas islas de sentido y mandarlas al aire sin encuadres ni modas.
Hay que recordar al colibrí y a la flor cuando ya no se reconoce quién es quién, en esa orgía de azúcares escondidos.
Hay que subirse y bajarse de lo mórbido, desalentar los olvidos, nombrar, encolumnarse en la música,avanzar con lo suave de las cejas, hacerse un espacio en lo nómade, desligarse de las imágenes prestadas, adentrarse, descoserse, circular en espirales.
Hay que borrar el hay que, ser sólo racimos enhebrados de luces y sombras, de plenos y vacíos donde el tiempo se abre infinito y girar, girar, girar.

de Cristina Villanueva, Buenos Aires, Argentina
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