¡Oh brujo de la noche!he pisado el umbral
donde se dicen los conjuros,
donde se deshacen
las formas aparentes,
donde se liberan
de la conciencia despierta.
He ingresado al dominio,
a la potestad de los enigmas,
de aquello que al descifrarse
pudiera descifrarme.
...Tu fuego somete lo sombrío
como una visión mágica,
abres como una garganta luminosa
el oculto laberinto.
¡Oh desierto sin límites!
piedras sobre el aire rígido.
En las vísperas
de mi resurrección,
me rodean
los extraños nacimientos,
los endriagos;
los ojos ciegos
de quien reclama
nacer como hombre,
entre los trágicos vestigios
y sordos resplandores.
¡Oh nacer!
nacer en el instante
en que todo
deja de ser materia,
encrucijada de tiempo.
Cuando alguien deposita
la corona de luz,
sobre la cabeza
cedida al vértigo
de los propios abismos...
¡Oh agua limpia!
mansa en las visiones
de tus devotos,
pequeña ola acariciando
las playas doradas de la inspiración.
Vuelan las hojas del libro de las predicciones...
¡Oh sueño que laboras la materia transparente!
Alfarero de la invisibilidad,
de atrevidos fantasmas deletéreos.
En tu retablo
palpitan lenguas de fuego,
estrellas oscuras,
cabellos insomnes,
y los sitios
donde se oculta el viento,
y las señales oníricas
sobre un cuerpo
desnudo y tibio...
¡Tierno cuerpo de pájaro,
que exhibe el místico amuleto de la noche!
de Héctor Rico, Villa Giardino, Córdoba
Publicado en la revista antológica AIR 22, Málaga, España.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario