Somos cuatro y aún jugamos
a querernos, a simular amor sobre la mesa
y sentarnos al pórtico a platicar de historias anormales,
mientras mamá prepara el alimento
y escucha devorarnos la carne.
Mi padre vendó los ojos de todos mis hermanos
y antes de abandonarnos, cubrió los suyos con sus ropas.
Mis hermanos se columpian de la mano de mi madre,
no soportan ser ciegos por culpa de papá
y se dan picotazos uno a otro para expiar
no sé qué clase de pecado.
Sé que me sacarán los ojos si me acerco,
por eso me santiguo por las noches
y rezo un padre nuestro por todos.
de Estrella del Valle, Córdoba -Veracruz-, México
De su libro "Fábula para los cuervos".
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