De salpicar verdes
en el pliegue de la luna que me pertenecía.
Campo
quejido de acacias en la boca del viento
trebolar de magnolia
nido de frambuesas en la mano de mi madre
vértice de la cocina con olor a bendición.
Yo quería ese campo
para estrenarme humana
con la picardía de Dios.
Emigró el tiempo del paraíso
la magnolia lloró bajo mi pie
a puro grito la picardía me regaló agujeros de nunca.
El campo
su sombra
enjuagan el color de la ausencia
con la edad de mis palabras.
de Dora González, nacida en Roberts reside en Morón -Pcia.Buenos Aires-, Argentina
Poema que integra su obra en la antología "Café con Letras".
© ISBN 978-987-1932-17-7
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