Porque de adentro, es decir, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, codicia, maldades, engaño, vicios, envidia, injuria, insolencia e insensatez.
El árbol preñado de
lo ambiguo,
sólo ha dado frutas negras,
las que apestaron su tronco,
raíces,
ramas, los tallitos,
las hojas.
Pero igual el árbol
hacia lo alto crece y crece,
aunque de su corazón salgan
maldades, robos, envidia e insensatez.
Y al pasar el viento, silba:
Oye, mi árbol mío,
¿cómo soportar en ti
y en mí tanto hedor?
Y se castiga por su condición de
especie ambivalente,
aunque igual
hacia lo alto crece y crece
con la ironía
de contemplar la peste de su tronco,
raíces,
ramas, los tallitos,
las hojas
y sus frutas negras
en su degradación,
corazón con
maldades, robos, envidia e insensatez.
Y silva:
Oh, mi árbol mío,
oye mi furor,
¿cómo sobrellevar en ti
y en mí el sarcasmo de este
insalvable abismo,
si de mi humillada orilla
apenas si atisbo la otra orilla?
Para que no desfallezca el corazón del
árbol,
el viento sopla.
de Osvaldo Spoltore, Buenos Aires, Argentina
De la revista de literatura "Tamaño Oficio" Nº 37.
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