Los
pescadores y sus peces muertos,
el mendigo
embotado de silencio,
mis manos
tan frías,
tan lejos.
¿Dónde cabrá
tanta soledad?
ni en el
etéreo, ceñido puño de la noche,
ni en el
incesante, inconstante fluir del cielo.
Una gaviota
toma un pececillo del agua,
pasa a mi
lado como una caricia.
Sólo el mar
sabe perdonar
sin preguntas
ni lástima.
de Claudio Simiz, Moreno -Buenos Aires-,
Argentina
3 comentarios:
un poema triste y conmovedor. me recuerda a lo sucedido en estos días. j.dalesio
Estremecedor.
firmo el acta: magistral poema. susana zazzetti.
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