16.2.19

¿Por qué sonreía?


Alguien arroja un huevo
crudo (podría ser también por agua),
hacia la zona de montañas, altísima,
justo en el lugar de las nieves eternas.
Ese gesto es trivial, tan cruel (casi)
como el gesto del asesino que arroja
cuerpos
al océano
pero que, por algún motivo del azar, se ve
en los ojos de la víctima, que le sonríe.
¡Ah!, cada día, cada noche,
la misma inconcebible pregunta:
¿por qué sonreía?
o aun: ¿por qué me sonreía?
Y cada vez
el verdugo cierra los ojos, aprieta los oídos
como esos niños atormentados por los gritos
de una madre todavía inexplorada, y se muerde
los labios.
-No hay que aceptar la pregunta- piensa.
No le dice a nadie lo que piensa.
Mientras la frase no le salga de la boca
nadie (nadie) contará el cuento.
Ahora (que alguna vez es siempre),
la dignidad de la montaña
resbala junto con la yema.
Hay manchas de luz.
La noche es negra y blanca:
como no saber si es de día
o se hizo pedazos la montaña.
Ninguna jarra para guardar un trazo
de la nieve, ni regazo.
Si algún tierno, tesoro,
deforme (¿yo, vos?)
mirara hacia allí diría,
entre lágrimas claro,
-¿cómo cuelga así? Cáscara, yema,
montaña.
La caída de qué letra, o paisaje
sin reparo.
¡Ah!, pero el tiempo no se queda quieto. Sopla.


de Susana Szwarc, Chaco / Buenos Aires, Argentina
De “Bailen las estepas”. 
Sitio de la autora: http://susanaszwarc.blogspot.com.ar/

3 comentarios:

Anselmo dijo...

Interesante.

Anónimo dijo...

Muy buen poema aunque hay que hilar bien finito para entenderlo. Saludos.
Fernando Irazusta.

Jacinta dijo...

Hay heridas que no se cierran aunque cerremos los ojos. Y seguiremos preguntando ¿por qué?
Sutilmente...
Me llegó.