25.4.06

Memorias de la post feria

Memorias de la post feria. Días antes La Habana abría sus puertas para la fiesta de la letra impresa. El país se vistió de pergamino y sílabas sonoras.
Yo entré a ese laberinto de sorpresas y asombros. Entré despacio a la poesía del cantautor Joaquín Sabina y descubrí a un Quevedo y a un Góngora como sombra bienhechora del poeta.
A Santiago de Cuba llegaron los virtuosos libros de Ediciones Vigía que sin huir de la redundancia vienen a demostrar que con virtuosas manos es posible la poesía y si es a la orilla del San Juan mucho mejor.
Desde Pinar del Río las Ediciones Cauce para niños trajeron el sonajero, el pífano y la flor silvestre de un posible hecho a golpes de ingenio, clarividencia y encanto.
Casa de las Américas nos dejó la poesía de Juan Gelman y César Vallejo. Casa vino a quedarse en nuestra casa como una invitación permanente y duradera.
Por esta vez me compré tres libros: Por el camino de la mar o nosotros los cubanos (Ediciones Boloña), del fraterno poeta y crítico Guillermo Rodríguez Rivera; Pequeñas criaturas (Casa) del brasileño Ruben Fonseca y La muerte de Virgilio (Arte y Literatura) del austríaco Herman Broch.
Me leí Por el camino de la mar o nosotros los cubanos con la certeza de leer un acercamiento histórico a nuestro país por el prisma de un poeta. No reparé en fechas ni en la exactitud de datos y coincidencias. Vi a una Cuba profunda desde el mismo centro de una metáfora.
Con el libro de Ruben Fonseca asistí a un abanico de pequeñas criaturas que en Río de Janeiro, Porto Alegre o Sao Paulo tienen sus semejantes en La Habana, Sancti Spíritus o Santiago.
Tal vez La muerte de Virgilio, de Herman Broch sea una de las mejores novelas del siglo que acaba de pasar. Y ahora está aquí (¿en traducción de Julio Cortázar?) (los créditos no lo dicen) y sería un imperdonable olvido que pasara por alto esta vuelta de tuerca al papel, alcance y valor del arte en una época de crisis.
Han pasado los furiosos días de asaltar la mañana y vienen los furiosos días de enfrentarnos con los libros.
Como el ángel de la jiribilla que no descansa ya pensamos en la feria que vendrá. Esta vez con el poeta César López y el historiador Eduardo Torres Cuevas, con el fervor de Buenos Aires.
Será entonces otro el sitio o el silencio adecuado para inventarnos otra historia y que se haga realidad eso de que la gente que no lee se queda chiquita para siempre. Para entonces tendré que escribir otras memorias de la post feria.

por Reynaldo García Blanco - Santiago de Cuba
Centro de Promoción Literaria José Soler Puig
La Idea del Lunes, II época, Número 54
3 de abril de 2006
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