En las horas de calma,
el tiempo viene a comer de mi mano,
el tiempo viene a comer de mi mano,
y la luna en el paisaje de la
noche
parece el corazón del sol:
un simulacro en la ventana
que arroja su red de fuego sobre
la memoria.
Hace tanto que su luz llena de
espejos el patio
donde de niños nos vendábamos los
ojos,
y recorríamos en silencio las
habitaciones
hasta encontrar el amuleto de jade
que ordenaba nuestros sueños.
Pero a veces, surgía una repentina
sombra,
que nos transformaba en helechos
de una zona indeleble.
Entonces, con las manos extendidas
y con veneración
como si fuéramos a depositar
flores allí,
recitábamos viejas e inútiles
plegarias.
Luego nos retirábamos con timidez
y miedo
como descendiendo hacia lo
profundo de la tierra,
y encendíamos todas las luces de
la casa,
y cerrábamos las ventanas y las
puertas,
creyendo que estábamos a salvo de
la intemperie del tiempo
con solo contemplar la imagen
descolorida e inmóvil
de la Anunciación de Fray
Angélico,
colgada en la serenidad del cuarto
de la abuela.
Ahora los sentimientos y los
sueños
de los días nuestros llegan al
antiguo patio
como húmedos pasos para
recordarnos,
que no sabíamos, ni sabemos aún
qué decir acerca de la muerte.
“—¿Dónde estábamos?” Preguntó mi
hermano
que todavía no había nacido.
“—En ninguna parte” Contestó la
abuela
que ya había muerto,
pasando una ramita de albahaca
fresca
sobre los ojos secos de los
helechos.
Héctor J.Freire, CABA, Argentina
De "Poética del Tiempo".
Reportaje: https://www.lexia.com.ar/Reportaje_hector_freire.html
De "Poética del Tiempo".
6 comentarios:
Qué buen poemazo, sí señor!!!
Maravilloso poema con un final al estilo de Juan Rulfo.
También hay que decir que el reportaje es excelente.
Formidable.
Ese cierre me fascina, es insuperable.
Eli More
Una muestra más de la calidad de la prolífica pluma de este poeta.
Angel Kandel
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