No se sabe exactamente
cuantos pasacalles
hizo colocar la señora
En entregas cotidianas
ventilaba el novelón
de nuestra triste existencia
a las almitas del barrio
Pensaba nuestro adiós
como un gigantesco espectáculo
circensemente corporativo
Mientras craquelaba
su frágil memoria,
su autoestima
hervía demasiado
Y su humor se tornaba
inestable y peligroso
como la nitroglicerina
En el puerto sin barcos
la señora colgó
un último pasacalle
hecho con las sábanas
sobre las que alguna vez
nos amamos.
Se pintó los labios
con un furioso rojo Dior
Siguió besando la tela
hasta que sus ojos
dejaron de llorar.
la señora colgó
un último pasacalle
hecho con las sábanas
sobre las que alguna vez
nos amamos.
Se pintó los labios
con un furioso rojo Dior
Siguió besando la tela
hasta que sus ojos
dejaron de llorar.
Francisco Alberto Chiroleu, Rosario -Santa Fe-, Argentina
De “Espejo Negro”, inédito, para 'El Escribidor'.
Sitio: www.lexia.com.ar
Entrevista: https://www.lexia.com.ar/Reportaje_Francisco_Chiroleu.html
6 comentarios:
Hermoso!!!!!!!!!
Marta Colomaro
Muy bueno y bastante real, he visto algo de eso.
Formidable.
Tal cual suele pintar la condición humana.
Gracias por este retrato poético mondo y lirondo.
Gracias por tu poema, Francisco, al leerlo he sentido tristeza y pena.
Publicar un comentario