a mi madre
Se fue
lentamente amando la vida.
Sin
darse cuenta,
se
llevaba mi infancia,
el
ardor de aquel joven, otras estrellas.
Ahora comprendo aquella caricia,
el
echarpe en la escuela,
que sus
retos de luz eran breves ternuras.
Hoy
abrí la
ventana
un
ruido de coches alteraba mi sueño,
la
lluvia caía, era invierno en mi cuerpo.
Aunque
ya no me escuche,
le
diría te quiero
¡Madre!
No fue
simple el camino,
construir
el amor, la alegría.
Lo
hemos logrado
ésta
mañana entre foto y jazmines
despierto
con un susurro
y el
eco de tu voz
¡Lejana,
Presente!
Norberto Barleand, CABA, Argentina
De “Orillas
perdidas”, fragmento final.
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5 comentarios:
Cuánto cariño, cuánto sentimiento!
Me encanta! Anita Soleniuk
Hermosos recuerdos de toda la vida. Gracias.
Memorioso.
Gracias Norberto, por tu poema conmovedor e intenso, me emocionó y me llenó de recuerdos.
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